Londres, 12 de Julio de 2018. Había soñado años con este momento, con esta experiencia, con estos nervios. Ya llevaba varios días en Europa y su último embarque fue en Valencia la madrugada anterior. Había llegado al aeropuerto varias horas antes de lo necesario en un manto de dudas, miedo y culpa...mucha culpa. Conectó en Madrid y finalmente llegó a esta posición.
Camina por el interior de Heathrow maravillado, mira el suelo, entra al baño, graba la manga...feliz. Llega a la fila de la aduana y no se pone nervioso, como nunca. El oficial lo interroga en inglés, y él responde tranquilo y feliz, como nunca. Cruza eso y camina por un túnel. A un costado ve a los vendedores del Heathrow Express, compra un ida y vuelta. Sale al hall principal del aeropuerto, cambia euros por libras y se dirige a tomar el tren.
Se sube. Ya está. Ahora sí. Tranquilidad absoluta, felicidad, viviendo el sueño. Luego de un viaje de media hora, el tren se detiene en la estación de Paddington. Al bajar del tren le cae todo encima, quiere llorar pero no puede, no hay tiempo. Hay que guardar todo: la sensación del suelo, el ruido ambiente, el olor, los sentimientos, la vista...todo. Camina raudo por el andén, sale de la estación, camina por London St y dobla a la izquierda en Norfolk Square. Check in. Le ofrecen bajar a tomarse un té mientras su habitación está lista. Ya está. Ahora sí.
Descansa un rato y sale a conocer. Toma el tube y se baja en Picadilly Circus, se agobia, quiere llorar, no sabe qué hacer. Camina por el barrio chino y llega a Leicester Square. "¿Qué hago ahora?" Busca un fish and chips, y encuentra un patio afuera de una iglesia donde se sienta y come. Está en Londres.
"¿Y ahora?" El río, por supuesto. Camina zigzagueando hacia el Támesis, recorre su rivera, cruza el Millenium bridge, ve el Big Ben, London Eye, Tower Bridge. Cansancio.
Vuelve al metro para irse al hotel. Una cerveza en el pub, minimarket para comprar algo para comer, caminata por el Hyde Park. Ya está, a descansar, demasiado por hoy. No puede más, ha pasado de la ansiedad, a la felicidad, al desconsuelo y de vuelta a la felicidad. Hay que dormir. Primero mira por su ventana, siente la vibra, el olor, el ruido. Deja la tele prendida en la BBC y se dispone a dormir. "Esto es...no necesito nada más que esto".
Mañana otra historia.