miércoles, 9 de febrero de 2011

La dulce/ansiosa espera

Ha pasado muchísimo tiempo desde la última vez que actualicé el blog, temporalmente fue casi un año, pero espiritualmente fue una eternidad. No en el sentido de que haya sido un tiempo "demasiado" largo, sino que en este tiempo muchas cosas han cambiado, espero yo que para bien. Relacionado a esos mismos cambios en mi vida es que nace el título de esta entrada de reencuentro, es sobre lo que se siente en los momentos previos a comenzar una nueva etapa o un desafío. De antemano perdón por cualquier generalización fuera de lugar.

Tengo la impresión de que, en la vida en general, los momentos anteriores a la obtención o comienzo de algo son los más lindos (o feos) e intensos. El tiempo de coqueteo y conquista en una relación amorosa, la previa de un partido de fútbol, el momento antes de comenzar una prueba, los días previos al inicio de clases o de un nuevo trabajo, etc. Esos momentos se viven intensamente, usualmente las personas reaccionan de dos formas distintas ante la proximidad de un evento importante, una forma es deseando que el momento no llegue y la otra, al contrario, es contar cada segundo hasta la hora 0.

Una vez leí por ahí que la mayor parte de la felicidad que nos provoca un anhelo se pierde justamente cuando lo obtenemos. Personalmente no comparto 100% la frase, pero en parte tiene razón, porque al obtener lo que queremos estamos cambiando el antiguo estado intenso y de alerta por uno más relajado y con menos emociones, como la satisfacción del deber cumplido.

Desde mi óptica pienso que esta idea de que es más interesante el camino a la batalla que la batalla misma tiene cierta lógica. Para lograr la mayoría de las cosas que nos importan o que amamos debemos pasar por un largo proceso o bien tomar decisiones muy importantes, debe ser esto lo que hace la diferencia. El camino tortuoso o los fuertes cuestionamientos hacen que sea casi una consecuencia "natural" el obtener o no lo que ansiamos, y por lo mismo la sensación ya no es tan fuerte.

El asunto podría verse también por el lado de que, antes de obtener o concretar algo tendemos a idealizarlo o estigmatizarlo. En nuestra mente lo bueno es lo mejor y lo malo lo peor, pero cuando podemos tener acceso a lo que realmente ES sufrimos una "desilusión", porque no era ni tan mejor ni tan peor. No es culpa de nuestro anhelo ni del mundo sino de nuestra apaciguada (por nosotros mismos) capacidad de asombro.

Desde la comodidad de mis pensamientos puedo confesar que tengo la esperanza de esto no ocurra siempre, que aun haya cosas que puedan maravillarnos y remaravillarnos en el tiempo, para que nunca se pierda esa magia que nos hizo desearlas y pelear por ellas un día, probablemente esto dependa de cada uno, la capacidad de reencantarse, pero ojalá sea realmente eso y no que nos estemos acostumbrando a una dolorosa realidad. 

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